Mis labios aprenden a leer de los tuyos aquello que no se pronuncia, aquello que sólo resuena tras el eco incesante de los latidos, como el temblor que me recorre al sentirte, en respuesta a los juegos cuando me haces parte de tus dominios.
Dócil como ligera seda que se entrelaza en tus dedos.
Delicada como joya que reluce incrustada en el corazón de tu deseo.
Vestida para tus ojos me presento, me cincelas mansamente con caricias y me das entre suspiros un nombre nuevo, un nombre que queda en mi memoria y que al cerrar los ojos me retrae siempre a ese momento contigo.