Chopin.

27 febrero 2025

 Hace un poco más de 7 años, mi situación llegó a un punto crítico. La acumulación de dolores, tanto físicos como emocionales, y la sensación de haber perdido el control de mi vida me llevaron a un estado de desesperación absoluta. 

En ese momento, no podía ver más allá del sufrimiento diario, y la idea de seguir adelante parecía insoportable. Fue entonces cuando intenté, de manera consciente, salir de este plano, creyendo que esa era la única forma de encontrar alivio.


Recuerdo ese período con una mezcla de tristeza y compasión hacia mí misma. 

Estaba atrapada en un lugar oscuro, donde el dolor nublaba todo lo demás, incluso las pequeñas cosas que aún podían darme esperanza. En ese momento, no veía opciones, solo el peso abrumador de todo lo que había perdido.


Sin embargo, algo me detuvo. Puede que haya sido una pequeña chispa de vida en mi interior, o el apoyo de las personas que me rodeaban, aunque no lo percibiera claramente en ese instante. Ese momento marcó un antes y un después en mi vida, porque desde ahí comencé a darme cuenta de que necesitaba ayuda y que no podía enfrentar esto sola.


Fue un proceso lento, lleno de tropiezos, pero buscar apoyo profesional, hablar de lo que sentía y conectarme con personas en situaciones similares me ayudaron a entender que no estaba sola. 

Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que ese intento desesperado no fue un final, sino el inicio de un camino difícil pero necesario hacia la sanación.

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