Chopin.

10 mayo 2014

Madre estás en tu lecho,  pareces dormida. Te fuiste, y en tus manos inertes quedó, como un barco ya roto, la vida.

 

Esas manos que nos bendijeron cuando sonreíamos en la cuna, esas manos dulces, esas manos santas, hechas de fulgores y de luz de luna. Esas manos buenas esas manos suaves, que sintieron siempre nuestras alegrías, que nos redimieron de todas las penas, que nos endulzaron todos nuestros días, ...   ahora están  inmóviles y  frías.

 

Esos labios que nos sonreían como dos claveles, esos mismos labios que nos bendecían,  llenos de perfume, de amor y de mieles, esos mismos labios que nos enseñaron a agradecer, a perdonar y a olvidar al mismo tiempo y de donde salieron tantos, tantos besos, que fueron  el primer arrullo y el primer amor, ahora se encuentran tristes, desteñidos...

 

Esos ojos puros que nunca tuvieron traiciones ni celos, esos ojos dulces que en la vida fueron la esperanza misma que flota en los cielos, en donde nos vimos siempre retratados y que realizaban todos los anhelos, esos mismos ojos se encuentran cerrados... Los cerró la mano de la torva muerte... 

 

Se encuentra dormida. Nos queda el recuerdo.  Al irse la madre, se acaba la vida, pero entre las nubes se mece una estrella, estrella lejana que en el firmamento como una  luz aparece: ¿Es el espíritu de la madre ausente que nos mira a veces y que desde lejos nos besa en la frente...?

 

¿Qué ilusión más grande, qué ilusión más bella que tener al lado la mística estrella de la madre viva?...

 

¿Qué placer más hondo que asomarse al lago y ver en su fondo, como en el tranquilo cristal de un espejo, y ser para todos un hombre ya viejo, pero para ella no ser si no un niño? 

(Tú lo puedes decir).

 

  Hoy quiero hablarles de alguien especial, alguien cuyo corazón lucha contra las sombras diarias. Esta persona, que tal vez pasa desapercib...