Te
fundes suavemente en el templo de mi cuerpo, arrullando de caricias mi
espalda, elevándome entre vuelos al universo delirio del placer.
Y te
instalas en mi alma, deslizando tu húmedo aliento entre los poros de mi
piel y te acurrucas en silencio
en la almohada de mi pecho.
Cuerpo a cuerpo, destapando nuestros
latidos, en medio del fuego perdiéndonos lentamente, en el paisaje del
amanecer.