Me sometiste a tu intención obteniendo de mi boca la expresión que nadie más engendró, ni engendrará en mi, cuando el descontrol gobierna mis ansias y se vuelve una oración desgarrada en la urgencia de la respuesta deseada.
La figura de un nombre lucirá como cicatriz permanente en el territorio complaciente de mi cuerpo, marca de propiedad privada sobre el cielo vivo de mis pechos, tácito pacto que precede a la suplica de mi ruego.
Y nada fue antes como no será igual después , al caer a tus pies pero sin rendición, derretida y dominada por el hambre aún latente queriendo llegar una y otra vez a tocar ese instante perfecto en que fui moldeada a placer.