Chopin.

24 abril 2014

Lo que evoca la media luz de un farol, notas lejanas de un piano que atraviesan la oscuridad y las sombras, música celestina que me incita a embriagarme con el licor alucinante de la noche, mis manos  le hacen el amor al papel y a la pluma, fecundando utopías y anhelos, engendrando canciones y poesía que emergen sutiles de cada gota de tinta que es vertida. 
Lo que evoca el suave rumor de la brisa nocturna en la ventana, gotas de lluvia que frenéticas desertan del azul del cielo, sinfonía otoñal de hojas y viento, compases audaces que despiertan aquello que pernocta dentro de mi corazón y mi cuerpo, que impetuoso quiere levantar la voz y escribir en el sol y en el tiempo todo lo bello que le dictan sus deseos y sus sueños. 
Lo que evoca el murmullo silente de las olas, que somnolientas yacen en el lecho espumoso de la marea baja de la medianoche, el perfume salado del océano que enloquece mis sentidos del gusto y del olfato. 
Lo que evoca la luna llena en el firmamento taciturno de la noche, pálida luz vanidosa que seduce a las sombras espectrales de la madrugada, coreografías fantasmales donde danzan abrazados el amor y la locura, preludio de un sueño que se niega a morir cuando llega el día. 
Lo que evoca el silencio agudo de las horas noctívagas que no duermen, ese silencio intenso que todo escucha y todo siente, silencio que obliga a gritar para que escuchen, silencio ensordecedor que obliga a callar para no volvernos locos.

Lo que evoca la noche… Lo libera el triste día de la monotonía.

  Hoy quiero hablarles de alguien especial, alguien cuyo corazón lucha contra las sombras diarias. Esta persona, que tal vez pasa desapercib...