No todas las noches son iguales, cada una tiene un color y aroma particular. Hay noches perfumadas de árboles en flor y noches en que los aromas se mezclan en el viento, mientras buscamos un soplo fresco de cara al camino.
Las noches de Navidad tienen el calor del verano y un perfume especial. Son esas noches en que el infinito se viste de gala y se desenvuelve en todo su esplendor mostrando sus estrellas y algunos cometas de rojo brillante.
La Navidad muestra la gloria de Dios en toda su magnitud, mientras en los hogares la cordialidad y la amistad intentan reinar en abrazos fraternos y viva realidad.
En estos días parecería que el cielo se abre de par en par dejándonos ver un poquito de otra maravillosa realidad.
Cuando terminen los festejos, cuando ya todo el mundo se haya ido a dormir, me quedaré en silencio y levantaré la mirada al cielo azul.
Pensaré en mis padres y hermano que ya no están, recordaré los tiempos en que el viejo pascuero era una "verdad sin discusión" y volveré a oír las risas de mis hermanos jugando en la casa familiar.
El olor a la comida especial que preparaba mamá. Recordaré y pensaré en cuánto me gustaría darle un beso a quienes con nosotros ya no están, mientras la vida continúa... entonces sentiré el perfume de una noche de verano, mientras la brisa fresca me tocará la piel, sentiré un cálido abrazo como en esas noches que en mi casa festejábamos la Navidad, y comprenderé que somos la marca de un recuerdo y que seguramente, más allá de las estrellas, un beso llegará volando entre azules nubes para decirme: FELIZ NAVIDAD.