Chopin.

12 diciembre 2018

Me tocó huir de mi misma, pero no sabía a dónde ir ni qué camino recorrer.
Muchas veces me hallé perdida y sin fuerzas para continuar, sentía como mis sueños amenazaban con morir.
Me encontraba en la cúspide de la soledad, sobre el más bajo cielo que podría tocar.
La oscuridad había arropado mi vida y desde lo más débil de mi espíritu sentía agonizar una a una mis ilusiones, hasta que un día finalmente dejaron de palpitar.
La vida no sería fácil, muchas veces me lo aseguraron, pero jamás mencionaron cuán difícil se pondría.
Sola...? Si. Me encontraba sola.
Me encontraba dispersa flotando en un universo que sentía tan mío pero que a la vez amenazaba con dejarme caer.
Desde mi suelo admiraba el plumaje de aquellas águilas que desde lo más bajo habían resurgido, los débiles rayos del sol atravesaban sus plumas y sutílmente calentaban mi alma.
Si... estaba hundida.
Pero con deseos de poder levantarme, abrir mis alas y lanzarme a volar.
Pero la cobardía me había mostrado descaradamente el gran poder que tenía sobre mí.
Llorar..., Gritar..., Pedir ayuda..., Implorar.
Qué no hice?
Pero eran palabras lanzadas al viento, palabras que por una única vez golpearon el eco de mi pecho y finalmente se perdieron en la inmensidad del silencio.
¡Maldito dolor!
Desarraigó de mi ser todo el aliento que me había sido otorgado.
Cómo volver a empezar?
Cómo volver a creer en mi?
No me reconocía, en mí sólo hallé escombros.
Mi felicidad se derrumbó con un golpe de lágrimas que sentía martillaban una y otra... y otra vez donde más me dolía.
Oh águila que llevo dentro, si algún día decides volver a volar, sólo abre tus alas  y no mires abajo... sólo lánzate.
Lánzate y salvame del abismo en que me encuentro.

Los de arriba del muro

Sin lugar a dudas, “La Divina Comedia”, de Dante Alighieri, es una obra literaria que debe ser releída una y otra vez a lo largo de nuest...