Una visión
embriagadora iluminó mi noche.
En la
realidad del sueño ligero vi tus ojos deseando mi cuerpo.
Dos manos
suaves pero fuertes recorrieron mis entrañas, mientras una lengua divina
serpenteaba entre mis piernas.
Yo,
estremecida en una ola consecutiva de orgasmos, me desvanezco mientras una
música retumba en mi ser.
Tú, puro
deseo, de sangre palpitante, de infinita paciencia, la paciencia del amante, el
silencio nuestro cómplice, pero libre de culpas.
Yo, toda
hembra deseada, puro instinto, desconcertada, apasionada, nueva, febril,
resucitada.
Tú, vuelto
para mí en el redentor supremo, regalando la liberación de cadenas
que por años me hicieron habitar entre las sombras.
Bendito sueño
que me devuelve los gozos de la vida.