Fui esclava de pintarme el pelo y cuidar mi cara, pero, mirándome al espejo debo confesar que me siento muy bien así, natural, porque me recuerdan constantemente que mis lágrimas y mis risas no han sido en vano, que cada cana y cada arruga tienen su historia.
He vivido, he reído y he llorado!
Sin embargo, a pesar de esto, considero que el gran cambio que los años aportaron a mi vida, se ha producido en mi alma.
Los años me enseñaron a priorizar, a conciliar con el amor, a agradecer el regalo de la amistad, confieso que un beso de mis hijos, la sonrisa de mis nietos o una celebración familiar, producen más luces en mi vida, que la más brillante constelación de estrellas!
Los años que han pasado también me han demostrado, que mis amig@s han iluminado mi camino en algún momento y en algún lugar, sin importar el tiempo y la distancia.
Que l@s verdader@s siguen aquí y l@s que se fueron es porque simplemente cumplieron su proceso.
Los años han pasado y la realidad de mi vida ha ido cambiando.
Aunque mi cuerpo físico esté envejeciendo, mi alma sigue joven.
Mi época de inseguridades y de correr tras la vida ya pasó.
He caminado lo suficiente para entender, que no puedo y no quiero vivir de apariencias.
También comprendí, que no debo más que sentir agradecimiento por haber tenido el privilegio que mis amig@s me eligieran como acompañante en su ruta por la vida.
Con todo esto, vivo mi realidad día a día, entendiendo que es tiempo de asumir las experiencias y que no importa lo que pase con mi cuerpo físico, las circunstancias actuales de mi vida están centradas en lo que pase con la juventud de mi alma.